Aparato
digestivo, conjunto de órganos
que, por medios químicos y mecánicos,
transforman los alimentos en sustancias solubles
simples que pueden ser asimiladas por los tejidos.
Este proceso, llamado digestión, varía
entre los distintos grupos de vertebrados; un
caso único es el de los rumiantes que
poseen microorganismos simbiontes en el estómago
que se encargan de digerir la celulosa.
La
digestión incluye procesos mecánicos
y químicos. Los procesos mecánicos
consisten en la masticación para reducir
los alimentos a partículas pequeñas,
la acción de mezcla del estómago
y la actividad peristáltica (actividad
motora que facilita el avance del bolo alimenticio)
del intestino. Estas fuerzas desplazan el alimento
a lo largo del tubo digestivo y lo mezclan con
varias secreciones.
Aunque
los procesos mecánicos son importantes,
la transformación de los diferentes alimentos
ingeridos en unidades pequeñas utilizables
depende principalmente de los procesos químicos,
que se realizan gracias a la acción de
distintas enzimas. La digestión química
se inicia cuando se ingieren los alimentos;
las seis glándulas salivares producen
secreciones que se mezclan con los alimentos.
La amilasa salival es una enzima presente en
la saliva que rompe el almidón en maltosa,
glucosa y oligosacáridos. La saliva también
estimula la secreción de enzimas digestivas
y lubrica la boca y el esófago para permitir
el paso de sólidos.
A
lo largo del tracto digestivo tienen lugar tres
reacciones químicas: conversión
de los hidratos de carbono en azúcares
simples como la glucosa (véase Metabolismo
de glúcidos), ruptura de las proteínas
en aminoácidos como la alanina, y conversión
de grasas en ácidos grasos y glicerol
(véase Grasas y aceites). Estos procesos
son realizados por enzimas específicas.
La
digestión final y la absorción
tienen lugar principalmente en el intestino.
La digestión de las grasas ocurre esencialmente
en el intestino. Las sales biliares y la lecitina
se unen a los monoglicéridos y a los
ácidos grasos que de esta forma pueden
pasar a través de las células
intestinales. Otros nutrientes como el hierro
y la vitamina B12 ven facilitada su absorción
por la acción de proteínas transportadoras
específicas que les permiten pasar a
través de las células intestinales.
ACCIÓN
EN EL ESTÓMAGO Y EL INTESTINO
El
jugo gástrico del estómago contiene
agentes como el ácido clorhídrico
y algunas enzimas, entre las que se encuentran
pepsina, renina e indicios de lipasa. (Se cree
que la superficie del estómago está
protegida del ácido y de la pepsina por
su cubierta mucosa). La pepsina rompe las proteínas
en péptidos pequeños. La renina
separa la leche en fracciones líquidas
y sólidas y la lipasa actúa sobre
las grasas. Algunos componentes del jugo gástrico
sólo se activan cuando se exponen a la
alcalinidad del duodeno; la secreción
es estimulada por el acto de masticar y deglutir
e incluso por la visión o idea de cualquier
comida (véase Reflejo). La presencia
de alimento en el estómago estimula también
la producción de secreciones gástricas,
éstas a su vez estimulan la liberación
de secrecciones digestivas en el intestino delgado
donde se completa la digestión.
La
parte más importante de la digestión
tiene lugar en el intestino delgado: aquí,
la mayoría de los alimentos sufren una
hidrólisis y son absorbidos. El material
predigerido que proporciona el estómago
es objeto de la acción de tres líquidos:
el líquido pancreático, la secreción
intestinal y la bilis. Estos líquidos
neutralizan el ácido gástrico
con lo que finaliza la fase gástrica
de la digestión.
El
líquido pancreático penetra en
el intestino delgado a través de varios
conductos (véase Páncreas). Contiene
tripsina y quimiotripsina, enzimas que continúan
la digestión enzimática de las
proteínas en componentes más simples
que se pueden absorber y utilizar en la reconstrucción
de proteínas del organismo. La lipasa
pancreática rompe las grasas; la amilasa
pancreática hidroliza el almidón
en maltosa (al igual que la amilasa salival),
que más tarde otras enzimas rompen en
glucosa y fructosa; las nucleasas rompen el
ADN y el ARN en nucleótidos. La secreción
del jugo pancreático es estimulada por
la ingestión de proteínas y grasas.
Las
secreciones del intestino delgado contienen
varias enzimas cuya función es completar
el proceso iniciado por el jugo pancreático.
El flujo de las secreciones intestinales es
estimulado por la presión mecánica
del alimento digerido parcialmente en el intestino.
La
función de las sales biliares en la digestión
es ayudar a la absorción de las grasas,
que emulsionan y las hacen más accesibles
a las lipasas que las hidrolizan. La bilis,
segregada por el hígado y almacenada
en la vesícula biliar, fluye al intestino
delgado tras la ingestión de grasas.
La observación de una ictericia obstructiva
(que impide la secreción biliar) pone
de relieve la ineficacia de la digestión
de grasas en ausencia de bilis.
La
absorción de los productos de la digestión
a través de la pared del intestino delgado
puede ser pasiva o activa. El sodio, la glucosa
y muchos aminoácidos son transportados
de forma activa. Por lo tanto, los productos
de la digestión son asimilados por el
organismo a través de la pared intestinal,
que es capaz de absorber sustancias nutritivas
de forma selectiva, rechazando otras sustancias
similares. Los hidratos de carbono sólo
se pueden absorber como monosacáridos;
las proteínas se absorben como aminoácidos,
aunque ciertas proteínas pequeñas
pueden atravesar la barrera intestinal. El estómago
y el colon —en el intestino grueso—
tienen también la capacidad de absorber
agua, ciertas sales, alcohol y algunos fármacos.
La absorción intestinal tiene otra propiedad
única: muchos nutrientes se absorben
con más eficacia cuando la necesidad
del organismo es mayor. En el adulto, la superficie
replegada de absorción del intestino
supone 140 m2. La absorción está
favorecida también por la longitud del
intestino delgado que es de 6,7 a 7,6 m como
valor medio.
Las
sustancias hidrosolubles, tales como minerales,
aminoácidos y algunos hidratos de carbono,
pasan al sistema de capilares del intestino
y a través de los vasos del sistema portal,
directamente al hígado. Sin embargo,
muchas de las grasas se vuelven a sintetizar
en la pared del intestino y son recogidas por
el sistema linfático (véase Linfa),
que las conduce a la circulación sistémica
a través del sistema de la vena cava
(véase Corazón). Con ello se evita
el primer paso a través del hígado
(véase Aparato circulatorio).
EXCRECIÓN
El
material no digerido se transforma en el colon
en una masa sólida por la reabsorción
de agua hacia el organismo. Si las fibras musculares
del colon impulsan demasiado rápido la
masa fecal por él, ésta permanece
semilíquida. El resultado es la diarrea.
En el otro extremo, la actividad insuficiente
de las fibras musculares del colon produce estreñimiento.
Las heces permanecen en el recto hasta que se
excretan a través del ano. |